“Empiezo a comprender que allí donde hay límites hay también, en el otro lado, más allá de mis particulares confines, otras voces, otros cuerpos, otros mundos (…) Llevado hasta el interior de este país fronterizo, examino el espacio potencialmente más lejano: la posibilidad de otro lugar, otro mundo, otro futuro.”
“A través de los vastos y múltiples mundos de la ciudad moderna, también nosotros nos convertimos en nómades a lo largo de una migración que cruza un sistema demasiado extenso para pertenecernos, pero en el que estamos plenamente estamos involucrados: traduciendo y transformando lo que encontramos y absorbemos en instancias de sentidos locales.”
Creo que si lo tomamos en un sentido metafórico, la vida, con todo lo que esta palabra de cuatro letras significa, es una permanente “imposible vuelta a casa”. Como sujetos que somos y en los cuales nos vamos constituyendo desde el día en que nacemos, nos encontramos en constante cambio, transformaciones que se tornan imperceptibles en la cotidianeidad de los días pero que definitivamente pueden ser evaluadas en periodos de tiempo largos. Así es que llega un momento en que nos transcurre algo particular, en que nos vemos obligados a actuar de determinada manera, a tomar decisiones contundentes y, en el medio de la confusión, repentinamente nos cuestionamos: “¿Y ahora que hago? ¿Cuáles son mis prioridades? ¿Por qué me cuesta tanto definir mi rumbo?”
De esta forma es que voy dejando cosas en el camino y me voy apropiando de otras mientras la nostalgia me hace, de tanto en tanto, mirar para atrás y dudar. La adrenalina, la ansiedad y la incertidumbre se apropian de mi cuerpo por no saber cómo el siguiente paso repercutirá en mi ser, el mismo que en unidad siempre tiende a la multiplicidad, una multiplicidad mutante.
Y fue de esta manera que una vez terminada la secundaria tuve que determinar mi rumbo, y decidí venir a estudiar Comunicación Social a Rosario, dejando rutinas, amigos y familia allá en Avellaneda (Santa Fe), a 500 Km . de mi actual ciudad, de…mi hogar? Hace casi cinco años que vivo aquí, ni un cuarto de mi vida y, sin embargo, considero Rosario mi hogar, los amigos de la facultad mi familia, Comunicación Social mi vocación de toda la vida. Y reflexionando sobre esto, me percato de esta gran artimaña que es “El Tiempo”, secuencial y crono-lógico…claro está, sólo se haya en la mente siempre leal a “la razón”, no tiene en cuenta las intensidades del aquí y ahora, no tiene en cuenta el tiempo del cuerpo y del alma.
De todos modos, como dice Chambers, “venir de otra parte, de "allá" , no de "aquí" , y encontrarse por lo tanto, de manera simultanea, "dentro y fuera" de la situación de que se trate, es vivir en intersecciones de historias y memorias, experimentando tanto su dispersión preliminar como su traducción consiguiente en nuevas disposiciones más vastas a lo largo de rutas desconocidas.” Es por eso que yo no olvido “mi allá” y siempre vuelvo, necesito volver, para que todo sea como antes, para saber que aún tengo mi historia allí, que aún puedo rescatar anécdotas y experiencias de una vida anterior. Con la diferencia que ahora voy de visita unos días y luego preciso partir, retornar a mi ciudad, mi hogar, volver a mis amigos, mis salidas, mis actividades. Entonces me doy cuenta de que soy un híbrido entre Avellaneda y Rosario, que hay cosas de mi ciudad natal que fueron fundamentales en la constitución de mi identidad, que no es casual que haya venido a Rosario, que no es casual que haya elegido Comunicación Social como carrera. No es aleatorio tampoco, que una vez aquí haya tenido más afinidad con determinado tipo de personas, que éstas hayan y sigan moldeando mi identidad particularmente, una identidad que se va constituyendo a partir de la apropiación y transformación de los diferentes espacios que ocupo, con experiencias nuevas cada vez, con “otros” que me definen a la vez que defino.
Este híbrido trasciende las fronteras de lo meramente geográfico y se sumerge en lo simbólico. En Rosario tengo hermanos y amigos que son de Avellaneda y otros que también vinieron de afuera, personas muy importantes en la cotidianeidad de mi vida, personas que también sienten a Rosario como su hogar y que eventualmente, la experiencia en la ciudad los ha hecho cambiar, abrir sus cabezas, ser testigos de que nunca se termina de vivir, de que siempre hay algo nuevo por conocer, por probar. Y más allá del vínculo familiar o de amistad, nos une la complicidad de haber experimentado de manera similar la misma vivencia, esa que nos hizo venir de allá y no de aquí, esa que nos hizo encontrarnos “dentro y fuera”.
Entretanto, creo que “la imposible vuelta a casa” se da también a partir del particular recorrido por la carrera de Comunicación Social. Por unas de esas maravillosas casualidades del destino, me crucé con este seductor nombre mientras buscaba desesperadamente alguna carrera que me gustara. En cuanto a si conocía en qué consistía, no tenía más idea que lo que me podía decir el programa, pero éste me fascinó al ser una convergencia de varios saberes que por uno u otro motivo, me interesaban. Entonces comencé mi primer año, como “pollito mojado”, sin saber de donde venía ni hacia donde me dirigía, pero con la tranquilidad de saber o suponer que todos los ingresantes estábamos en las mismas condiciones. Y el primer año transcurrió así, como me había advertido el programa, materias interesantes en sí mismas pero aparentemente disociadas entre sí, sin objeto particular. Los años posteriores me enseñaron que esta carrera no se puede explicar, sólo experimentar, y que si uno realmente se apropia de la misma y la siente como su vocación, no vuelve a ser el mismo. Esto ocurre no sólo en el ámbito académico o profesional sino en todos los ámbitos, así es que progresivamente me fui sorprendiendo de mi hablar, de mi reflexionar, de mi vivir. Consecuentemente me encontré discutiendo y apasionándome sobre temas que hace cinco años ni imaginaba; o haciendo cosas que nunca me llamaron demasiado la atención. Igualmente me sorprendí estando en la misma sintonía que “otros” que ayer se hallaban en otro nivel, mientras mis ideas se distanciaban de aquellos “otros” con los que alguna vez fuimos “almas gemelas”.
En conclusión, soy partidaria de que hasta las situaciones más superfluas nos transforman, imperceptible o conscientemente, somos sujetos dinámicos en constante constitución. Apropiándonos de o simplemente transitando diferentes entornos, estableciendo vínculos o meramente frecuentando distintas personas vamos moldeando nuestra identidad, determinando nuestro rumbo. Y es un viaje de ida, sin retorno…porque a medida que nos acerquemos a destino, el horizonte naturalmente seguirá estando lejos, porque no hay fronteras…(la Tierra es redonda).
Este ensayo nace a raíz de una consigna del seminario “Cultura e identidad” de la facultad, el cuál consistía en narrar una experiencia de una “imposible vuelta a casa” a partir de la lectura del primer capítulo de “Migración, cultura, identidad” de Ian Chambers
1 comentarios:
Toda una escritora mi Tita! En serio, un gran aporte... Te quiero.
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